Una vez me preguntaron sobre mis impulsos, estoy seguro que la persona que me entrevistaba se confundió en lo que quería preguntarme y le salió eso entre nervios. Aprovecho para reflexionar sobre ese concepto.

Las personas impulsivas suelen tener el umbral de tolerancia más pequeño que el promedio, pierden el control y sin la reflexión necesaria toman acciones. Notarán que tienen una velocidad alta en la toma de decisiones y casi ninguna capacidad de elaborar un buen plan. No saben pilotear la nave muy bien.

La impulsividad moderada puede ser beneficiosa, me refiero obviamente a saber tomar buenas decisiones en corto tiempo. En mi caso, por ejemplo, tocando la guitarra o jugando poker es importante practicar esa habilidad (en todos los momentos de la vida en realidad). Tener control. Me llega el estímulo que produce movimiento (prefiero eso a pensar en algo que me empuja o me presiona irracionalmente), un deseo que forma parte de una ruta que supuestamente lleva a la concreción del mismo deseo, luego, reaccionar ante el estímulo pensando en consecuencias/recompensas y recién avanzar sobre el camino.

Estrategias. Me gusta mucho el ajedrez, hubo una memorable partida en 1844, Hoffman contra Petrov en Varsovia, el espíritu romántico del siglo XIX consistía en atacar al rey. Una apertura italiana normal del juego deriva en una innecesaria exposición del rey blanco de Hoffman en medio del tablero, la ansiedad vence y va por el rey del ruso Petrov con su caballo. Petrov sacrifica a su reina en una de las jugadas más hermosas del ajedrez: hace un inesperado enroque y termina magistralmente humillando al polaco con un doble jaque mate. Hoffman nunca se imaginó lo que sucedería, atacó al rey negro impulsivamente. Verbo giratorio, en este caso actuar irreflexivamente fue el error letal y contundente.

No puedo cegarme en la ruta. Debo iluminar con calma, hacer mi enroque. Sé cuando debo retirarme, o al menos estoy aprendiendo.